SOBRE RUEDAS...

Por: © Marta Amador Rebolledo
Tomado de:
RECORRER BARRANQUILLA.Dialogo de Miradas
Programa de comunicación Social - Universidad del Norte


Podrías creer que te encuentras en medio de una guerra cuando ves aquellos agujeros cuyos diámetros no hay que medir, pues si pasas encima de ellos te das cuenta de que son reales y eso es lo que importa. Luego, el sonido estridente de una sirena te paraliza mientras aterrizas en el caos. Hombres gritando queriendo pasar primero que tu y el calor que convierte la escena en minutos inacabables. Como si fuera poco, ya estas a punto de salir de allí cuando tu visibilidad se ve encharcada por el agua que se desliza por el panorámico y que, como cosa rara, nunca pediste pero ahí estan de nuevo, impidiéndote el paso otra vez; a cambio de la tardanza, te ves obligado a recompensar con unas monedas el favor a medias de la limpieza que te impusieron. Cuando ya quieras fijarte, el atormentante cíclope rojo ya este frente a ti, otra vez.

Y es que si quisieras recorrerla en paz, en silencio, es imposible pues allí, hasta la brisa parece gritar en medio de la multitud que, como yo, solo quiere recorrer Barranquilla para llegar a un sitio.

Una vez cambiado el semáforo, si eres de los afortunados de la fila que se movió primero, sientes un alivio que después de segundos encuentras efímero, pues no falta la amenaza amarilla que pasa casi rozándote, porque a pocos centímetros mas arriba se encuentra un ciego -de- señales- de- transito- de- nacimiento que extiende su mano a mitad de una cuadra para cómodamente convertirse en el copiloto de aquel bólido de formula uno.

Mientras tú maniobrando como puedas terminas mirando un poco mas de cerca el timón, después de haber estado presionado hasta el fondo el freno. Por otro lado, si tuviste la suerte de los conductores de la fila que se movió primero, entonces te encuentras con los no menos afortunados que aguardan minutos detrás de los dueños de la vía por excelencia, los buses, a quienes constantemente se les olvida que hay sitios específicos para detenerse y recoger a los también constantemente desorganizados pasajeros, quienes parecen no encontrar las camas de los mendigos de la ciudad, o paraderos de buses, como también les llaman.

Cuando por fin logras conducir sin interrupciones por un intervalo de tiempo considerable, el batir de unas palmas te confunde, mientras los gritos de una multitud al unísono clama la victoria, en el centro de una cancha imaginaria todos corren de arriba hacia abajo y aunque ves que la pelota es golpeada, arrastrada, y el sudor recorre cada uno de sus cuerpos, tu no puedes hacer nada y asi, sin mas, te encuentras sin imaginarlo sumergido en el minicampeonato de fútbol de un barrio cualquiera, todos advierten y anuncian tu aparición, mientras el arquero del equipo visitante se salva de un posible ataque contundente del adversario. En fin, aquí todo es algarabía. Ahí, si sólo se tratara de un día extraño, pero este es el episodio que encarnan todos los que quieren trasladarse de un lugar a otro.

Este es el escenario donde actúan todos los malabaristas que por cualquier razón recorren Barranquilla

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