BARRANQUILLA EN BLANCO Y NEGRO

Por: © Betty Rodríguez Nolasco
Tomado de:
RECORRER BARRANQUILLA.Dialogo de Miradas
Programa de comunicación Social - Universidad del Norte


Cada amanecer es diferente. Esta, como todas las ciudades del país, esta llena de contrastes: en el sur cantan los gallos, las familias se levantan al unísono y se disponen a emprender sus labores diarias. En el norte, no hay gallos pero si hay unas maquinitas que resuenan incesantes hasta que su dueño, después de incorporarse del sobresalto, oprimen el botón desprogramador.

Las calles agrietadas, mas por el resultado de una mala administración que por el desgaste natural, son invadidas desde muy temprano por cientos de vehículos y pasos apresurados. En los barrios populares, la música acompaña la carrera, desde aquí los buses inician sus rutas, sintonizando en sus radios melodías alegres y festivas. Salsa, merengue y vallenato, genero que ha ganado tanta audiencia en esta ciudad, que además de tener una emisora exclusiva, también se escucha fuertemente es las otras, mientras que en los autos ultimo modelo que transitan desde el note prefieren sintonizar la F.M, RCN o Caracol.

Asi transcurre el día, los buses, llenos al tope hasta el punto en que no hay espacio ni para respirar, se desplazan por distintas rutas de la ciudad dejando y llevando nuevos pasajeros hasta llegar a su destino y tomar nuevamente la ruta de regreso. Pasando en este recorrido una y otra vez por las líneas invisibles de la fragmentación espacial llamadas estratos. Las diferencias se aprecian en los niveles de vida: La diferencia entre el lujo y necesidad es el precio. Las casas estrechas, sobrepobladas y serviles del sur no se comparan en nada a los espacios, diseños y lujos que ostentan las construcciones del norte.

Esta ciudad llena de sol y brisa, se paraliza por dos motivos bien distintos: el primero, parece mentira, la improvisación y escasa planeación provocan la formación de arroyos cada vez que llueve, desatando corrientes tan fuertes que arrasan todo lo que encuentran a su paso, ocasionando pérdidas humanas y materiales, sobre todo en la población menos favorecida ubicadas en zonas de alto riesgo, que debe resignarse a ver como el agua se lleva lo poco que tenía. Y la segunda razón, bien distinta y que le ha dado la fama en todo el país, es el carnaval, la fiesta esperada durante todo el año y que se disfruta a cada segundo. Irónicamente durante esos días la gente se quita sus máscaras, si, en Barranquilla cualquier momento es bueno para improvisar una rumba, y se rumbea de verdad, al son que le toquen y con el infaltable trago, pero si se quiere conocer verdaderamente a los Barranquilleros valdrá la pena esperar los carnavales, una fiesta mágica en la que el pudor se convierte en libertad y quien es quien es lo que menos importa, la ciudad completa se une para dejar aflorar sus mas íntimos deseos.

Entre risas y chanzas se ha definido al Barranquillero. Hoy, aunque hay tiempo para eso, la ciudad ha perdido las premisas fundamentales que prometen sus presentaciones. La majestuosidad e impotencia con que era descrita Barranquilla hoy no es más que el recuerdo que ha quedado grabado en el imaginario de sus habitantes y ha transmitido a las nuevas generaciones. Los tantos nombramientos le estan quedando grandes a una ciudad bendecida por la poesía de sus escritores y vendida por su carnaval.

Una ciudad de contrastes, víctimas de la mala administración y el abandono por parte de sus habitantes quienes hacen alarde de un gran orgullo y gran amor por el territorio, pero no hacen nada por su bienestar. Simplemente no existe un arraigado sentido de pertenencia y en parte es lógico por su condición de sociedad híbrida. Barranquilla se ha convertido en una ciudad dispersa con limites de todo tipo y fragmentada como un rompecabezas en el que cada vez las piezas se van haciendo más pequeñas.

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