HISTORIA |  INICIO  
  

Archivo Helkin NUñez Cabarcas


Los Secretos de La Cueva
Por: © JOSÉ CERVANTES ÁNGULO

Tomado de: El Heraldo Revista Dominical, 29 de noviembre de 1994

A raíz del fallecimiento de Alfonso Fuenmayor ocurrido el pasado 20 de septiembre se han escrito muchas versiones sobre el Grupo de Barranquilla y La Cueva , que era el sitio de tertulia de quienes integraban esa cofradía, si algo queda claro es que más que literaria era ronera. La Cueva fue una tienda situada en la esquina de la calle 58 entre carreras 41 y 43. Era de propiedad de Eduardo Vilá, un dentista que vendía arroz, manteca, plátanos, yuca y otros comestibles.

La tienda fue descubierta por Mauricio Rafael Buitrago, quien era Notario Segundo, y llevó a Alfonso Fuenmayor al sitio a tomarse un par de cervezas. A Fuenmayor le gustó el local y desde entonces fue uno de sus asiduos visitantes. Posteriormente Alvaro Cepeda Samudio inundó las paredes con afiches de Cer­veza Águila. Hoy el local es un club privado donde tampoco se habla de literatura ni de arte, sino de negocios. Cuatro de los miembros de la cofradía de La Cueva se reunieron en La Cuevita , una tienda-bar semi clandestina ubicada en la calle 62 entre las carreras 46 y 47. Allí recordaron los viejos tiempos de La Cueva.

COMO NACIÓ LA CUEVA
Quique Scopell
Todo comenzó hace muchos años en la Librería Mundo que estaba situada en un local de la calle San Blas, donde quedaba antes el teatro Co­lombia. Allí nos reuníamos Alfonso Fuenmayor, Alvaro Cepeda, Alejandro Obregón, Germán Vargas, Gabriel García Márquez, Bob Prieto y yo. Nos reuníamos por el me­diodía o por las tardes y luego nos íbamos a tomar unos rones al América Billares. De ahí pasábamos al barrio Abajo, a una tienda que bautizamos "El tercer hombre" -- por el título de la novela de Graham Greene --.También íbamos a un bar que se llamaba El Happy. Poco tiempo después, Alfonso Fuenmayor, quien tenía el hobby de des­cubrir tiendas de barrio, encontró el local de la calle 59 con carrera 43 que más tarde iba a llamarse La Cueva. ¿Pero qué era ese sitio?...En primer lugar la tienda se lla­maba El Vaivén y era de propiedad de Eduardo Vilá Fuenmayor quien allí vendía yuca, ñame, plátanos, arroz, manteca y to­da esa vaina...Te estoy hablando de hace unos 40 ó 45 años más o menos. Eso era a principios de los años 50. Alvaro Cepeda Samudio, quien trabajaba con la Cervecería Águila adornó enseguida la tienda con afi­ches, fotografías, un refrigerador y una montaña de cervezas. Todos, a excepción de Obregón que era de familia adinerada, éramos unos vagos, unos pobretones, unos varados, que no sabíamos cómo hacer para conseguir plata y así poder tomar ron todas las tardes. Así fue cómo nació La Cueva.
Felix Fuenmayor
Ese no fue un tertuliadero literario ni na­da de esa vaina que se han inventado los cachacos con su prosopopeya seudointelectual. La Cueva era una tienda donde ven­dían yuca, arroz y manteca, y después Cerveza Águila cuando Álvaro la surtió. Fue entonces cuando empezaron a frecuentar aquel sitio los amigos de hace 40 ó 45 años. Yo los llamo los amigos nuevos y me refiero a Joaco Ripoll, a Juancho Jinete y a dosé Miguel Racedo. Entonces surgió aquello de la tertulia, pero no se trataba de tertulias literarias ni artísticas, sino ro­neras. Allí lo que se consumía era ron en cantidades alarmantes y se hablaba pura mierda, mi hermano...Si, allí le mamábamos gallo a todo el mundo y hablábamos pura meirda, ni más ni menos. Nada de Faulkner, nf Joyce, ni Hemingway...Nada de Bach, Mozart o Beethoven. Allí lo que sonaba era la rumba, el son cubano, el cha cha cha, el ritmo tropical, Celia Cruz, el inquieto anacobero Daniel Santos...Y eso sí!...nada de vallenatos. En esos tiempos no existía esa vaina...
CAZADORES Y PESCADORES, NADA DE LITERATOS
Quique Scopell
En La Cueva se for­maron varios grupos, pero eran grupos de bebetas. Alvaro, Alfonso y yo nos sentábamos en una esquina. Los ca­zadores que eran por ejemplo José Miguel Racedo, Ricardo Field, el Toto Movilla, don Jacinto Sarasúa y Kurt Hagenmuller. - Al­fonso Fuenmayor en su libro "Crónicas sobre el Grupo Barranquilla agrega a la lista de cazadores los nombres de Miguel Ángel Santoro, Bartolo Vivenzi, Luís Fernando Arango, Efraín Herrera, que dirigía la revista "Caza, Tiro y Pesca", su hermano Julio y Hernando Pérez Barros.-, en otra es­quinase reunían los pescadores. Los lunes era los días de los embustes, los cazadores aseguraban haber cazado al tigre más gran­de y los pescadores decían que habían co­gido la pieza más grande. Toda la semana se la pasaban echando mentiras y embus­tes que ni ellos mismos se los creían, hasta cuando llegaba el viernes cuando de nuevo salían de caza y pesca. En La Cueva nunca hubo una pelea, únicamente recuerdo el trancazo que le pegó el Toto Movilla a Alfredo Devis.—
Joaquín Ripoll
La Cueva se llamó así porque allí se reunían más que todo los cazadores. Vilá, además de dentista y due­ño de la tienda El Vaivén, era cazador.—
PURO SON CUBANO
Juarcho Jinete
Vilá fue uno de los primeros que tuvo un aparato etereofónico en Barranquilla. El tenía la mejor música de la época en Barranquilla, puro son cubano y música de Pacho Galán. Y German Vargas, que era locutor de la Emisora Atlántico molía todo el día cumbias y ritmos tropicales. Nada de vallenatos. El vallenato en esa época no existía.—
Quique Scopell
— Mucho tiempo des­pués fue cuando se apareció por La Cueva mi compadre Rafael Escalona. Pero él ve­nía muy esporádicamente, porque vivía en Valledupar. Inclusive venía cuando estaba pelao que fue cuando escribió sus vallenatos buenos, porque ahora viejo no ha escrito más nada. Todo eso lo hizo cuando estaba en el Liceo Celedón. Yo creo que allí lo volvieron bruto...—
Josa Miguel Racedo
— Lo que pasa es que Escalona nunca se graduó en el Liceo Celedón.
Quique Scopell
— Es que Escalona nunca ha sido vallenato, él ha sido un cachaco frustrado.—
Joaquín RipolL
— Esa era la época del cha cha cha, Daniel Santos y Celia Cruz. No se escuchaba el merengue sino la cumbia. Una de las canciones de moda era "La pollera colora", y Juancho Jinete andaba siempre con una po­llera que se ponía cuando sonaba el disco.—
RON SIN LITERATURA
José Miguel Racedo
— La finalidad de nuestras reuniones era la de mamarle gallo a todo el mundo. No se nos escapaba na­die. Era una tertulia de ron sin literatura. Y además todos los días hacíamos un sancocho.—
Juancho Jinete
— El cocinero oficial era el Nene Cepeda. El no podía repetir una receta. Todas eran originales. Por ejemplo, una crema de ostras llevaba mil ostras. Un sancocho de gallina, demandaba cincuenta gallinas de patio. Y asi, todas sus recetas eran originales y se caracterizaban por la exageración. Ahí radicaba el secreto.—
Joaquín Ripoll
— Yo me acuerdo de un día que le festejamos el cumpleaños a José Miguel. Ese día nos agarramos a hacer el sancocho. Alvaro y Alejandro se quitaron las camisas y Juancho Jinete y yo salimos a buscar unos pescados. Pero sucedió que el señor Ponche Field no fue invitado a esa reunión. El estaba ahí pero no le permitían entrar a la cocina.—
José Miguel Racedo
— El vergajo de Field se nos escapó de La Cueva y al rato regresó. Nosotros veíamos que se sobaba las manos con alegría, pero no sospechamos nada raro. Pues bien como a los veinte minutos Alejandro gritó: "¿Eche y esta vaina qué es?... este sancocho está botando es­pumas!..." Nos agarramos con una cipote cuchara a sacar espuma, y ésta nada que desaparecía. Entre más sacábamos, más espuma salía del sancocho. Imagínate que la espuma se había salido de la olla, inundó el local y ya llegaba hasta Cuartel. Lo que pasó fue que el Ponche Field, como no lo habíamos invitado al cumpleaños, le echó al sancocho una bola de jabón de pino...Pero la vaina no quedó así. A los pocos dias yo le dije a "perro zungo" (Vilá) : "Esta vaina me la desquito". Y así fue. Organizamos una fiesta al lado de La Cue ­va, donde funcionaban unos billares, y allí sí invitamos a Field. Cuando él llegó le ofrecimos sifones. Y él aceptó. Pero yo me había aprovisionado con unos sobres de sal de frutas y a medida que le servíamos sifón a Field, le mezclábamos la corres­pondiente dosis de sal de frutas.
Como a la media hora el Ponche le dijo a "perro zungo": "Ábreme la puerta que tengo que ir a mi casa a hacer unas lla­madas de larga distancia"...Pero que va...Lo que pasaba era que la sal de frutas había comenzado a hacer su efecto y el Ponche buscaba un inodoro en forma apre­surada. No alcanzó a llegar hasta su casa y tuvieron que atenderlo en el Hospitalito, que quedaba cerca de La Cueva. Cuando ya estuvo mejor regresó a La Cueva armado con unos ladrillos y un machete: "Dónde están esos h.p....", fue lo único que dijo...—
LOS ROBA-PANES
Quique Scopell
— Me acuerdo de un pobre panadero que todos los dias como a las tres de la madrugada pasaba por La Cueva. Alejandro , Alvaro y yo nos acer­camos y le cogimos una cantidad consi­derable de panes. Después pegamos la carrera, le hicimos conejo. No le pagamos. Como a los diez o doce dias, nos pusimos otra vez a esperar al panadero con la misma finalidad de cogerle el pan y no pagárselo. Pero sucedió que esa vez el hombre sacó un cipote machete y nos dijo: "Bueno sinvergüenzas. Ahora sí. Cojan pan y no paguen para que vean lo que es un planazo con este machete"...Alvaro, Alejandro y yo pegamos la carrera y el hombre detrás de nosotros con el machete en alto. Imagínate. Esas eran las travesuras que hacíamos en aquellas noches de parranda.—
GABITO FUE POCO A LA CUEVA
Quique Scopell
—Gabito nunca fué a La Cueva, él trabajaba en EL HE­RALDO, primero apareció en el local de la vieja Sara en la calle Medellin. Él tenía el turno de las 5 de la tarde a 2 ó 3 de la madrugada. EL HERALDO quedaba en la calle Real. Gabito estaba encargado de los cables internacionales y escribía una columna que se llamaba La Jirafa. Y además hay que decir que él nunca ha sido un tomador de trago neto, él siempre ha sido más literato. Y con­migo ha sido amigo pero por el ron, no por la literatura.
Él hablaba de literatura era con el papá de Alfonso, con don José Félix Fuenmayor. Aunque don José Félix también se metía sus tragos de vez en cuando. Don José Félix se fue a vivir a Galapa, a una finquita que había comprado y allí le aparecíamos los fines de semana. Entonces allí en la finca sí se hablaba de literatura. Lo hacían don José Félix, Alfonso, Gabito y Cepeda, que eran los literatos. Germán Vargas es­tuvo poco en La Cueva porque él vivía en Bogotá. Pero él tenía mucha correspon­dencia con Alfonso. Lo que yo no me explico es porqué German y Alfonso que siempre fueron literatos, no escribieron novelas ni libros que trascendieran. Germán fue un buen crítico literario. Pero lo que creo es que entre hablar y escribir hay una gran diferencia.
El perrateo y los artistas.
Jose Miguel Racedo:
En La Cueva perrateábamos a cuanto artista cachaco llegara a la ciudad, por que , eso sí,cuando alguno de ellos llegaba, Cepeda lo bautizaba con una ronera en esa tienda.
Juancho Jinete
Los artistas, pintores y literatos venían a Barranquiíla buscando a Alfonso y éste nos endosaba a los cachacos.—
Quique Scopell
— Los literatos venían buscando a Alfonso y los pintores a Cepeda y a Figurita. En La Cueva se presentaron Rojas Herazo, Grau, Botero, Roda. Hubo una época en que Eduardo Vilá hizo exposiciones artísticas y aquí estuvo José Gómez Sicre, quien apoyó mucho a Noé León.—
EL PINTOR QUE CAMBIABA LIENZOS POR CERVEZAS
Joaquín Ripoll
— Yo me acuerdo que Noé León cambiaba sus lienzos por cer­vezas. Vilá convenció a Alejandro que dijera que las pinturas de Noé eran buenas, y de ahi comenzó la buena estrella del pintor primitivista hasta cuando llegó Pepe Gómez Sicre quien lo consagró. También recuerdo que Quique Scopell traía fotos del Amazonas y Noé León reproducía en sus lienzos las escenas de la selva.—
BERNARDO RESTREPO MAYA
Quique Scopell
— Guardo gratos re­cuerdos de Bernardo Restrepo Maya. El era cazador y pescador y además escribía. Fue gerente de Sears. El fue Cónsul de Colombia en Filadelfia y era el acudiente de Alvaro y mió cuando estudiábamos allá. Bernardo era el que nos solucionaba los problemas financieros mientras nos llegaba el billete. El fue uno de los orientadores de Cepeda en literatura y era uno de los pocos que no participaba en los desórdenes. Fue un gran guia para Cepeda a quien le prestaba muchos libros.
EL SABIO CATALÁN
Quique Scopell
— De quienes estamos aquí yo fui el único que conoció a don Ramón Vinyes, el sabio catalán. Es mas, yo creo que Alfonso Fuenmayor tuvo mas influencia en Gabito que don Ramón, por­que no creo que ambos hayan hablado mu­cho del tema. Claro que la genialidad literaria nace, pero hay que cultivarla. Hay que poseer la dedicación que tiene Gabito para escribir y su formación. Todos los de La Cueva éramos pobres a excepción de Alejandro.
LOS SECRETOS DE LA CUEVA
Juancho Jinete
— Los secretos de La Cueva no eran tales. Todo mundo sabía que allí se vendía el mejor sifón de la ciudad, Igualmente el mejor ceviche . Pero sabes de qué hacíamos el ceviche?... ¡de cola de babillas!. Era el mejor tomadero de tragos que teníamos en la ciudad, una cueva de botrrachos nada más. Eso de que era un convite de literatos es pura carreta para descrestar cachacos.-
Joaquín fíipoll
— Lo importante era la fidelidad, la fraternidad de los amigos que íbamos allí. Todos éramos leales y todo el mundo en Barranquiíla nos identificaba como los borrachos, porque allí no se ha­blaba de literatura sino que se echaban cuentos y embustes sobre pesca y caza y todo giraba alrededor de los sancochos y el ron. De La Cueva salieron varios Alcaldes y, en síntesis, era el sitio inn de la ciudad en aquella época.-