NOTAS EN TORNO A LA PROGRAMACION DE LA MUSICA POPULAR EN BARRANQUILLA
Por: Gilberto Marenco Better
La radio en Barranquilla ha sido pionera en estilos de
programación e impuso a nivel nacional una forma de presentar la música
que es popular hoy en día.
Sin embargo esta dinámica ha sido
superada por el facilismo, los lugares comunes y la falta de imaginación
que campea en la actual programación. Esto a pesar de los avances
tecnológicos que permiten acceder a un cúmulo de información no disponible
en antaño.
Barranquilla ha ido retrocediendo en su impulso
cosmopolita. Ya esa situación que generaban las corriente migratorias de
extranjeros y los viajes continuos de empresarios y comerciantes hacía los
Estados Unidos que les permitía tener un contacto cercano con lo que
pasaban en la modernidad, se perdió. Muchos se fueron y no regresaron.
Asumieron a Miami como su segunda patria chica y abrazaron el sueño
americano, dejando todo y muchas veces renegando de sus maíces.Por eso
Barranquilla dejó de ser una plaza interesante que imponía modas y
estilos. Se asume solamente lo fácil y lo chabacano. Entre más baladí sea
un ritmo o un tema más rápido se pega. Las modas musicales ya no son
corrientes que pasan por aquí. Son nuestros, las asumimos como
propias.
La ralentización de la nostalgia nos ha convertido en una
caja de resonancia de viejos baladistas, de canciones que fueron éxito y
lo siguen siendo, de orquestas que ya no existen y se siguen presentando a
partir de harapos y fragmentos de sus integrantes originales.
La
falta de continuidad generacional y de una memoria histórica en las
emisoras de música popular ha contribuido a este problema. Las emisoras de
la banda FM tiene programas que son un monumento a la nostalgia y se
siguen moliendo temas de las cuatro últimas décadas del siglo
pasado.
Muchos artistas que grabaron un o dos lps siguen “dando
palo”, mientras que nuevas producciones pasan inéditas y ni siquiera se
programan porque no los conocen o sus casas disqueras no meten “payola”
para impulsarlas.
Con la explosión de comunicadores sociales, por
un lado, y de una avance significativo de tecnología por otro, las
emisoras prefieren tener en cabina a jóvenes primíparos, muchas veces con
una gran ignorancia para que dirijan y programen durante las veinticuatro
horas del día, teniendo como soporte una base de temas incorporados en el
disco duro de un computador que no da mayor flexibilidad a la hora de la
verdad.
En casi todas las emisoras se acabaron los tornamesas. Las
discotecas de acetatos fueron eliminados y el registro de producción de
los temas no aparecen. Así que solo se sabe el nombre del tema y su
interprete, y hasta ahí. Y para continuar con la economía hay emisoras que
dejan os fines de semana a sus computadores con una programación aleatoria
de su base de datos musicales lo que no solo estandariza, sino que no da
mayores opciones al oyente.
Como obviamente la capacidad de los
discos duros es limitada, se maneja una programación que oscila entre
novecientos y dos mil quinientos temas, en donde no hay oportunidad de la
exploración, de la innovación. Se manejan temas conocidos que fueron éxito
y listo. Con el agravante que hay temas que durante una hora se ponen cada
quince o veinte minutos saturando al oyente al máximo. Los nuevos autores
y las propuestas innovadoras siempre vienen de otros sectores, por ejemplo
los estaderos, los concursos de coleccionistas e inclusive las propuestas
de los picós que siempre han generado una corriente alternativa, un
circuito exótico para impulsar nuevas modas o nuevas formas de
comunicación popular que desafortunadamente se han ido quedando en las
propuestas de champeta, música africana y mezclas estilo discotequero pero
de vez en cuando descubren uno que otro tema relacionado con la salsa o el
jazz latino y lo impulsan exitosamente.
La programción de las
emisoras va a lo seguro. Como hubo un quiebre generacional entre los 80´s
y 90´s, muchos de los temas que se dan a conocer producidos en los 60´s y
70’s son verdaderos descubrimientos por eso Joe Cuba se programa como si
acabara de salir. Temas de la Fania, de Ricardo Ray, de Ray Barreto,
Cortijo e Ismael, de charangas que no fueron trajinados en su momento hoy
se presentan como novedades y al tener calidad se imponen. Así mismo pasa
con intérpretes, voces inmortales y estilos únicos que siguen mandando la
pauta a pesar de los cantantes a que pertenecen hayan muerto en algunos
casos hace más de quince años.
Se ha impuesto la premisa de lo que
fue bueno en el pasado es bueno ahora. Así tienen más éxito los programas
que manejan la nostalgia no solo en música bailable, sino también
romántica que aquellos donde se proponen nuevos temas, intérpretes o
ritmos. Nosotros estamos vibrando con temas como “El pañuelito” de Cortijo
que con propuestas de la timba cubana. Estamos por fuera de las corrientes
de la producción mundial de música. Solo en el campo del pop y del rock
existe una cierta correspondencia por la forma como la industria se mueve
en este renglón y además porque los jóvenes mantienen una dinámica
informativa que genera presión en los programadores para evitar ser
superados por sus oyentes. A esto ha contribuido enormemente la Internet.
Si el desconocimiento de nuevas orquestas e intérpretes es evidente en el
campo internacional, en el campo de lo local esta situación es dramática.
Nuestros músicos se mueren de hambre. Las agrupaciones se han deshecho
porque los establecimientos nocturnos, con muy contadas excepciones, no
presentan música en vivo.
Solo se habla de “moña” y nada
permanente. Músicos como el Joe Arroyo han sido arrollados por el consumo
de licor y drogas que lo han desmejorado y sus últimas grabaciones han
sido de una pobreza lamentable. Otros como el Checo ha debido emigrar
hacía Bogotá porque al no dar payola no le impulsan sus temas, inclusive
se ha dedicado a sacar solo sencillos en épocas específicas para lograr
tener contratos y poder actuar exitosamente.
Ni que decir de
orquestas que anteriormente eran insignes como la de Pacho Galán ha
quedado convertida en su propia caricatura por no tener un respaldo real
de la gente del espectáculo en la localidad.
El Festival de
Orquestas que era el punto de referencia de nuestros carnavales a nivel
internacional y que era una especie de meca para las orquestas nacionales
y extranjeras se consumió en su propio burocratismo y manipulación,
desdibujando la importancia del premio “Congo de oro” y ante un tire y
afloje por no tener un escenario adecuado, quedó convertido en la
plataforma de promoción de empresarios de caseta monopolísticos que no
solo meten mano en el horario de presentación de los grupos sino también
en la forma como deben premiarse los participantes. El Festival de
Orquestas se convirtió en una recocha en donde los jóvenes pupis van a
emborracharse y mojarse con el tema de moda, impuesto para los carnavales,
sin que haya un propósito más allá de lo hedónico en relación con la
música o las orquestas y conjuntos que se presentan.
Igualmente el
“Festival de la cerveza” que debiera ser plataforma para presentar cosas
nuevas y buenas solo ha servido para que Enrique Chapman monopolice la
presentación de orquestas en el carnaval, sacando de la plaza a otros
empresarios musicales, eliminando la competencia en materia de
casetas.
Existen muchos sabios de papel. Hay una colonización de
gente que ha venido de Bogotá y Cali a imponernos tipos de programación y
de estilos de música. Las emisoras musicales de la banda FM no son de
nuestra región. Los locales han sido excluidos generándose de esa manera
una estandarización del centro hacía la periferia invirtiendo lo que sería
un flujo natural de la expansión del conocimiento y de los estilos
radiales que en décadas anteriores se presentó frecuentemente. Es decir de
la costa caribe hacía el interior.
El caso de Olímpica que tuvo
durante varios años como asesor a Ley Martin se convirtió en una emisora
para reciclar cadáveres musicales, revivir orquestas deshechas, y seguir
manteniendo un criterio de la nostalgia equivocado y malsano montando
eventos en donde la frustración para los asistentes era mayor que la
satisfacción.
En medio de este desolador panorama en donde los
programas son la repetición de la repetidora. En donde hay una dictadura
de las llamadas telefónicas y de los éxitos prefabricados hay personas
como Rafael Bassi y su Concierto Caribe, Renzo Rodríguez, Samuel Piñango
(seudónimo de uno de los empresarios que más le ha apostado a propuestas
novedosas musicalmente hablando en Barranquilla), Nelson García, Mariano
Candela, Laurian Puerta, Víctor Gonzáles, Juan Carlos Bugi, que siempre
tratan de ofrecer nuevas oportunidades musicales a sus
oyentes.
También hay que resaltar el papel de divulgación y
consolidación de una nueva forma de ver y escuchar la música generada por
el Barranquijazz, con Samuel Minski y Tony Caballero que ha permitido a
una minoría conocedora deleitarse con artistas de primera línea e impulsar
una ferviente corriente de interpretes de jazz en nuestro medio.
En
materia de estaderos no hay que desconocer el papel que ha jugado “El
Taboga” de Eduardo Gutiérrez en la promoción de temas buenos y exóticos,
“La Troja” con Edwin Madera. Así como el papel de coleccionistas como
Joaquín Dejanon, Oscar Pájaro, los García (Donaldo y Dairo), José
Montañez, Idelfonso Vivero, Diógenes Royet, Germán Surmay, Florentino
Florez, entre otros, quienes de una u otra forma muestran otra faceta de
la música con temas que son buenos, pero que no han sido
populares.
Esta dinámica fue la que le permitió a la Asociación de
Coleccionistas de Música Afrocaribe, desde sus inicios hace diez años, (en
esa época fui su presidente), impulsar una corriente clara y efectiva de
nueva música cubana que ha permanecido hasta el momento. Nosotros fuimos
capaces de romper el cerco impuesto en las emisoras y logramos por medio
de los concursos de coleccionistas dar a conocer e impulsar grupos e
interpretes que estuvieran inéditos a la fecha de no haber sido por la
labor de divulgación que impusimos.
Por eso considero que no se
debe seguir jugando a la nostalgia tardía. Hay que generar espacios para
la divulgación de la historia musical del caribe, hay que programar temas
clásicos, pero no podemos continuar con esta labor de programación
mediocre que solo sirve para desconectarnos del circuito mundial de nuevas
producciones musicales y nos mantiene bailando como si tuviéramos, como
dice Matamoros con “la muleta y el bastón”.
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