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Desde el Caribe mirando en medio de los huracanes de ideas
Por:© Nicolás Ramón Contreras Hernández
Vía mail

Hermano Aretino, hermano caribeño de verdad que sigue pisando fuerte esta topología de bordes tan difusos como la Fata Morgana o la isla bruja de la Antilia, embrujada por la maldición de la Kinfutu mandinga - parafraseando a Benítez Rojo- me alegra mucho que hayas vuelto a revolver el avispero.

A raíz del buen documento del amigo Bassi Arévalo, sobre el chiste de los hermanos del Caribe venidos "de otros Caribes" - coincidencias paradójicas de Frank Moya Pons y Benítez Rojo- a quienes ha de entenderse su posición, porque las identidades no son fenómenos estáticos sino altamente volátiles y dinámicos, que el amigo Bassi Arévalo el plantea como el caso de los Caribes No. 1 (los que se miran de purasangre) y Caribes No. 2 (los mirados como advenedizos, es decir nosotros).

Ya en el año 2002, me había referido en uno de mis artículos para conferencia: Champeta: un pretexto para revisitar las Ciudadanías Culturales en el Gran Caribe, en el cual tocaba el tema reflexionando en los aportes de Benítez Rojo - el Caribe como área rítmica y estado anímico de bordes geográficos difusos- y Sidney W Mintz, para quien el Caribe es un enorme área societal, en estado permanente de transformaciones, todos ellos opuestos a los planteamientos de la línea Ángel Quintero Rivera/ Ian Isidoro Smart, para quienes el Caribe, es la unión de lo diverso, tendencia en la cual me inició Martín Orozco Cantillo, Antonio Escobar Duque, Aníbal Cotes Ojeda y Rafael Bassi, a través de quienes conocí bibliografías diferentes a las latinoamericanas que por acá se acostumbraban. En ese texto y en el otro que publica Uninorte en Revista Huellas, yo hablo de dos bloques Caribe y de caribeños: los hispanohablantes y los no hispanohablantes.

A través de Álvaro Tirado Arciniega cuando conocí de dónde venía y había surgido el tema de latinoamericano, por allá por el 2000, fue como si me quitaran un velo que no me dejaba ver bien las cosas y por ello, desde la historia de las palabras y las significaciones - la etimología-  inicié ese largo viaje del reencuentro con mi verdadera identidad, un camino nada fácil, porque precisamente se va uno a encontrar con pesos pesados, que le van soltar juicios desalentadores, los cuales de acuerdo a tus convicciones, te harán reafirmar en tu terquedad o te pondrán a dar vueltas como niño perdido o lo peor, te harán volver a esa parcela de lo latino, la misma que revisando el texto aquel sobre champeta, me hizo soltarme ese poema, que sin proponérmelo ha detonado este sabroso espacio altamente urticante.

El problema de las percepciones del Caribe, lo pude palpar en los diversos grados de analfabetismo que portamos en este gran mundo, afectados por el aguijón invisible y letal de sucesivos embrutecimientos escolares que afecta el pensamiento, de esa escuela dirigida por la mentalidad de unas élites, que nos han impuesto a través de la monotonía difusionista de las aulas, esa latinidad ariete de un mestizaje con fines eugenésicos, en los cuales nos embarcaron desde hace más de 500 años, diciéndonos que la parte indígena y la parte africana, eran estigmas indeseables o "máculas de sangre", en todo este continente que se conocía en la parte sur como Abiayala, pero que en el deporte de las denominaciones, los invasores que también habitan nuestra sangre, le llamaron América para honrar al otro marinero latino, Américo Vespucci o Vespucio, quien se había pillado que el otro marinero latino, Cristóbal Colón, no había llegado ni a Cipango ni a la India, sino a ese otro mundo que los viajeros europeos, como Leo Winer, Leo Frobenius y Piri Reis, sabían que ya trajinaban viajeros africano del antiguo Egipto, semitas y vikingos.

En Tolú, por ejemplo, mis ancestros marineros que hacían vida comercial por el mar con los ejes que desde Cartagena partían en busca de Panamá al sur; y hacia Portetes y Aruba al norte, cuando se referían a las tierras de Urabá que fueron parte del gran Bolívar empezando el siglo XX, decían que, iban para la Costa. Yo entonces crecido en una familia de afrodescendientes lectores y letrados, les preguntaba cómo así que iban para "la Costa" o me hablaban de la "costa", o incluso me hablaran de la "gente de la Costa", cuando resulta que ellos también eran de la Costa, también eran costeños, que era el gentilicio que entonces socializaba fuertemente esa escuela andinista y colonialista, que respondía a un modelo de país latinista más blanqueador y eurocéntrico, para cuyas élites, ansiosas por ser "Atenas" o "Arcadias" idealizadas por sus intelectuales regionalistas, señores de poses y palabras barrocas, los habitantes nacidos cerca del mar, eran gente más inferior que sus sirvientes locales; tierra de negros y salvajes tan insignificantes, y se lo creyeron tanto, que dejaron perder a Panamá y a buena parte de las tierras en las fronteras nacionales.

Ahora, en medio de estos revuelos de grandes movimientos, de estos vientos de emancipación que ahora lideran zambos, cholos e hijos de las mezclas al sur de las Américas, ese núcleo de insumisos que han conjurado un nuevo golpe de estado de tanteo del Pentágono en tierra ecuatoriana, curiosamente de nuevo en los territorios más integrados del ALBA, pienso que debemos hacer del Caribe, un nuevo territorio para superar discusiones excluyentes y exclusorias, un territorio para aprender del pasado y no quedarnos atrapados en las tradiciones desintegradoras de las  traiciones y odios del pasado, como la de Bolívar y Santander contra Piar y Padilla; o peor, la canallada de sus descendientes más directos con la bondadosa Haití que nos patrocinó tres costosísimas expediciones libertarias que la dejaron postrada e imposibilitada para mantener su soberanía.

Yo te aseguro Aretino,  que nadie le podría ahora a un caribeño de Colombia quitar su idea de ser Caribe, por mucho que los intelectuales no hispanoparlantes, prisioneros sin quererlo en esa enfermedad de "condenados ilustrados de la tierra" - que señalara el intelectual afrocaribeño Frank Fanon- así le tiren discursos de Edourard Glissant o Frank Moya Pons, que él o ella, bailadores de Champeta, vallenato o reggae o reggaetón, no son caribes,  total muchas variables y sucesos, como el Festival de Música del Caribe, los locutores embrutecedores de las mayorías de emisoras comerciales o los foros que ahora se ven minoritorios como los gestados por las versiones del Barranquijazz, han ido calando y sustituyendo ese gentilicio de costeños, con su proyecto de imagen/estereotipo de gente  ágrafa y embrutecida, como los que explotan con éxito series hechas desde el viejo espíritu andino, como "Chepe Fortuna" o "Tierra de Cantores".

Hoy el llamado es a estar a la altura de estos tiempos de descolonización, en la cual es menester urgente, superar esa espíritu de confrontación inútil de odios y desprecios mutuos regionalistas, nos toca reflexionar por una integración de intereses de pueblos y clases excluidas, prisioneros en un sueño de países en vía de desarrollo que no se mueve, porque los países que nos impusieron el modelo, hoy lo padecen con gente en píe de huelgas y revueltas,  a lo largo de la Unión Europea protestando con ardor, para no ser los bobos del paseo que se calaron unas reformas como borregos, que en nuestro país nos dejamos imponer sin mucho esfuerzo, con una sumisión inaceptable para seres pensantes de sangre caliente.

La globalización y sus nuevos escenarios de confrontación, nos exigen pensar un Caribe solidario que se emancipe del proyecto de descalificaciones que encarnan los intelectuales pomposos del Caribe no hispanoparlante o No.1, que muy seguramente no representan a las mayorías de sus pueblos. El proyecto de Caribe en el que me muevo hoy, reconoce la unidad de la diversidad como estado del alma que supera el ámbito de las modas sonoras y de las topologías - integrando a Benítez Rojo y Quintero Rivera- más dispuesto y presto a ser solidario, con los movimientos universitarios e independentistas de Puerto Rico, contestatario contra los las manipulaciones de CNN y compañía ilimitada contra los nuevos focos independentista del ALBA y UNASUR.

Hago parte de ese Caribe,  gran área de Cimarrones, dispuesta a desconocer a cualquiera con ínfulas de rey o de familia real, sea europeo, asiático o africano, pues fue ese espíritu de rey y de familias reales, fue el que permitió a muchos mandamases en todo el globo, esclavizar y vender como mercancías a sus semejantes y a sus alteridades: el que esos intelectuales no hispanoparlante del Caribe tengan pomposos títulos universitarios, no los exime de padecer el mismo grado de ignorancia de mis ancestros que no sabían que eran parte también de la Costa.