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A MÍ, NO ME MANDAN FLORES (IV)

“Cuando Lleras Restrepo como presidente de la Comisión de Paz iba reunirse con Báteman en México, Álvaro Gómez y los militares dijeron que no podía ir «a las cavernas de la subversión» y que para un ex presidente era una indignidad hablar con un jefe guerrillero. Belisario rompió con todo eso y sin consultárselo a nadie.”
ALFONSO JACQUIN GUTIERREZ.
Memorias de un desaparecido.
Abril 30 de 1954. Noviembre 7-8 de 1985

Por: MOISES PINEDA SALAZAR

Eran pasadas las dos de la tarde del 9 de Noviembre de 1985 cuando tocaron a la puerta de la pequeña celda monástica con baño privado en la que tenía todo lo que para él era apetecido e irrenunciable. Mil toneladas de silencio voluntario; una pequeña nevera en la que siempre había un litro de leche, dos cocacolas, unas lonjas de mortadela y una jarra con jugo de naranja que compraba en alguna de las fruteras cercanas; una grabadora en la que se escuchaba música clásica transmitida por una emisora local, medio centenar de long plays con canciones de José Alfredo Jiménez que no tenían cómo ser escuchadas; un pequeño televisor, un viejo escaparate, una cama con colchón duro que más parecía un jergón, una mesa atiborrada de papeles, un par de sillas y arrumes, arrumes y arrumes de libros colocados en un orden que solo él podía concebir y conocer.

¿Qué más puede pedirle uno a la vida? Una mujer, se dirá.

Agrego yo…siempre y cuando no esté todo el tiempo girando alrededor de uno zumbando como una abeja, jodiendo y fastidiando, haciendo preguntas cuyas respuestas sabe pero que no quiere escuchar, repitiendo, diciendo, recordando y reclamando que uno es el centro de su vida y que sin uno se moriría.

Y los amigos.

Los muchos amigos del alma que ninguno me sobra y tántos que me empiezan a hacer falta. Desde aquellos que sucumbían a mis palabras- que siempre supe manejar a conveniencia como puñal, espada, daga; gamuza, terciopelo, estopa; alfiler, aguijón, estilete; martillo, lija o abracadabra para darle fuerza a mis sueños, hasta los que en tono paternal, mientras se cruzaban en la mesa del dominó, me llamaban a entender que todo tiene su propia velocidad y que la correspondencia entre idea y realidad, la construcción de la verdad, es más de la esfera de los filósofos que de la de los juristas. Es que en el pequeño mundo de las oligarquías colombianas hay reglas inmutables, pétreas como esta, según les interese que sean así y no hay alguna de igual condición cuando de lo contrario se trate.

Por eso, porque defienden la intangibilidad de la Constitución del 86, no comprenden por qué demandamos en nuestras pretensiones ante los Magistrados de la Corte Suprema que jamás podrá esgrimirse la constitucionalidad para oponerla a la única o mejor manera de lograr los altos intereses de la convivencia nacional.

Y es que en el minúsculo universo de sus intereses hay una historia que ellos mismos cuentan a su acomodo pero que, ni aún así, la asimilan. No de otra manera puede entenderse que no comprendan que nuestros pactos suscritos con el Gobierno el 24 de Agosto de 1984 en Corinto, El Hobo y Medellín sobre el Diálogo Nacional, debieron ser cumplidos y respetados porque toda manifestación de la voluntad política del Gobierno crea situaciones jurídicas con efectos del mismo orden. Fueron convenios que suponían obligaciones y compromisos, con efectos de diverso orden y su incumplimiento genera consecuencias por las cuales deben ser llamados a responder quienes nos faltonearon.

¿Cuáles hubieran sido las consecuencias para el destino nacional de haberse incumplido –por los compromisarios y antagonistas- el acuerdo de Wisconsin, con el cual se puso fin a la Guerra de los Mil Días? ¿Cuáles, si se hubieran traicionado los pactos de Sietges y Benidorm que finalizaron la guerra entre liberales y conservadores y dieron origen al acuerdo del Frente Nacional? ¿Acaso la solución política contenida en estos últimos no fue consagrada constitucionalmente, más tarde, por el mecanismo del Plebiscito del 57, no previsto ni consagrado en la Constitución? ¿Por qué no aceptar hoy la constitucionalidad del acuerdo de cese del fuego y Diálogo Nacional pactado para “estudiar y sentar las bases de las reformas de carácter político, económico y social que necesita el país y anhela el pueblo colombiano”, según reza el texto, la intención y objetivos del convenio en mención? ¿Por qué no asumir el rango constitucional de los acuerdos de la esperanza y la rendición de agosto de 1984, si sus objetivos procuran la concordia basada en la justicia social que es de los fines sustanciales del Estado y sus instituciones?

Está visto que su fantástica y heroica historia, la de ellos, es una secuencia de eventos que surgen en el domo nocturno como los destellos de las luciérnagas: sin orden y desde el vientre de una horda de insectos que si no fuera por la oscuridad, no refulgirían.

Por eso, porque creen que somos de la misma laya, hoy, para que nuestra verdad no reluzca, se han dado a la tarea de crear la luz de los incendios en el Palacio de Justicia.

Y es que, finalmente, en el universo de microscopio en el que cultivan sus privilegios, ellos siguen creyendo que esta guerra existe porque en nuestros corazones anida el mal y que solo con la supresión de los demonios será restablecido el imperio de los buenos y limpios de corazón, que tienen como destino manifiesto reinar en los nuevos cielos y en la nueva tierra.

Por eso, al encontrarnos en el poder con un hombre que, como nos lo dijo Álvaro Fayad, tiene la capacidad de inyectar una corriente de calidez humana que vuelve lo más trascendental en coloquial, que no tiene misterios, con quien es posible charlar sobre los poetas griegos que él traduce y oír a Olimpo Cárdenas, se encendieron luces de esperanza para abordar el tratamiento de la guerra como manifestación de un conflicto social, cultural y político soluble con medidas del mismo tipo. Sentíamos que con Betancur estábamos haciendo lo correcto pues el diálogo no empequeñecía ni al gobierno ni a la guerrilla. Cuando Lleras Restrepo como presidente de la Comisión de Paz iba reunirse con Báteman en México, Álvaro Gómez y los militares dijeron que no podía ir «a las cavernas de la subversión» y que para un ex presidente era una indignidad hablar con un jefe guerrillero. Belisario rompió con todo eso y sin consultárselo a nadie. Fue un cambio histórico.

Por eso, solo a partir de la prevalencia de aquellas mezquindades, que caben en una caja de Petri, sobre un mar de generosidades que habíamos construido entre todos, puede entenderse lo que hemos desatado al tener la osadía de llegar ante el poder jurisdiccional, con el talante de Uribe Uribe, a efectuar una demanda armada por el incumplimiento de un convenio de orden público, cuyo objeto era la paz nacional, entendida como la realización gubernamental de la justicia social.

En el intento perecimos quienes encarnaban la majestad de la República encargada de examinar acerca de quiénes cumplieron a cabalidad, y quiénes incumplieron las obligaciones morales, sociales, políticas, jurídicas y militares asumidas por las partes, y también los que ingenuamente creímos que aquellas oligarquías iban a permitir que el país conociera la verdad de un presidente prisionero y de una guerrilla que llegaba a tener poder, sin ser el gobierno, por el camino del derecho y con el respaldo de las armas del pueblo.

- Ajá, niño Moise, ¿no vas a salir hoy tampoco…? Ya está bueno, ya está bueno, viejo…

Guardó en la mitad de alguno de sus libros la copia que había conseguido del texto de nuestras demandas y, como quien se siente vencido por el peso del mundo que carga sobre sus hombros, le respondió al cura Gómez: -Lucho, esta semana me mudo. Mis llegadas en la madrugada le están creando mala fama a la Casa Cural y no quiero que los vecinos de la cola del patio vayan a pensar que estoy cavando un túnel desde mi habitación para meterme en la casa del Comandante…v Un cristo de palo en la pared, como el del Padre Antonio, lo presidía todo.

Salvo el Cristo, las rancheras y una botella de ron “tresesnaquis” que yo siempre tenía en provisión, el suyo y el mío fueron cuartos iguales. Ojalá también lo sean, algún día, nuestras tumbas…por lo menos: conocidas…

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