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Por una historia urbana de Barranquilla
Por: © Luis Alarcón Meneses

Tomado de : Tomado de: Memorias, Año 3, Nº 6. Uninorte. Barranquilla. Colombia

“La incomprensión del presente nace
fatalmente de la ignorancia del pasado”

Marc Bloch

Entre la memoria y el olvido

“…la historia de Barranquilla, no por estar fijada tiene una existencia inexistente. Para hacerla hay que caminar en lo vago, en las avenidas de la dispersión. Unir, juntar, ¿A quién la tarea de hundir las manos en la sombra?” De esta manera se expresaba Ramón Vinyes, el sabio catalán, en un escrito publicado por el Heraldo el 10 de octubre de 1940 en el cual hacía referencia al valor e importancia de la historia de nuestra ciudad, a la necesidad de estudiarla y conocerla. Tarea, que en medio de sus limitaciones, iniciaron algunos cronistas locales, quienes en la primera mitad del siglo XX se ocuparon de nuestro pasado.

Sin embargo la invitación de Vinyes no seria tenida muy en cuenta por los dirigentes de la época, para quiénes la ciudad carecía de historia, tal como lo afirmó José Raimundo Sojo Zambrano, quién en su condición de Alcalde de la ciudad afirmaba
“Barranquilla no tiene historia…Barranquilla no tiene pasado. Es una fuerza de vitalidad arrolladora disparada hacia el futuro. Apenas si se detiene a contemplarse en el presente, labrando la miel del progreso en gigantesca colmena de cemento.” (La Prensa abril 8 de 1962)
Hoy, después de más de seis décadas y al iniciarse un nuevo milenio, seguimos acudiendo a este mismo desprecio e ignorancia del pasado por parte de la dirigencia local. Situación que resulta paradójica y contradictoria si tenemos en cuenta los importantes avances y desarrollos que en los últimos tiempos ha tenido la historiografía sobre Barranquilla, lo cual ha sido posible al trabajo serio de historiadores de profesión, quienes, desde una visión más critica y superando lo anecdótico y la añoranza, han descrito y explicado muchos aspectos de nuestra realidad pretérita. Pasado ante el cual los gobiernos distritales han continuado de espaldas, tal como lo demuestran algunas de las obras e intervenciones urbanas que se han venido realizando en distintos espacios de la ciudad, las mismas que resultan ser acciones presentistas y coyunturales que desconocen el significado y la representación que tienen estos lugares para la memoria colectiva.

Ante estos “atentados” cometidos contra la identidad y la memoria colectiva de los barranquilleros, y ante las obras que se avecinan en el centro histórico, la academia no puede guardar un silencio. A ella le corresponde tomar la palabra para intentar evitar que la ignorancia de la historia y el presentismo sigan engendrando adefesios urbanos como los del bulevar de los fundadores, hoy convertido en un no lugar desde el cual se pretenden imponer tradiciones inventadas como la de un “héroe caído” o la de un “obelisco pigmeo” que en poco o en nada contribuyen a generar una sensación de historicidad en el barranquillero que por allí transita y que son una triste muestra de la mentalidad cortoplacista de la dirigencia local. Lo mismo sucede con el esnobismo arquitectónico y el caos urbano que reinan en una ciudad donde hasta al patrimonio estatuario se le ha dado la condición de trashumante, tal como ocurrió con los monumentos del Almirante Colon y del General Diego A. de Castro o con lo que se pretende hacer, luego de su restauración, con el Cañón Verde

El desconocimiento, intencional o no, del pasado de Barranquilla y por ende, de su débil y escaso patrimonio histórico, debe servir de pretexto para que desde la academia se continúen los esfuerzos para divulgar los trabajos ya realizados, así como para estudiar más a fondo a Barranquilla como a otras ciudades del caribe colombiano. Trabajos estos, que si existe interés y voluntad política, resultan de utilidad para los gobiernos locales al momento de emprender obras y planes de desarrollo u ordenamiento urbano.

En efecto, Barranquilla y las ciudades del caribe colombiano en su conjunto, constituyen un excelente objeto de estudio sobre el cual algunas disciplinas académicas como la historia han centrado su mirada. En cada uno de estos espacios sociales existe una gran complejidad y distintos órdenes que en su mayoría, a pesar de los importantes avances que se han realizado a favor del saber sobre lo urbano, continúan siendo desconocidos por la mayoría de los dirigentes políticos y gremiales, situación que se ve reflejada en el aun débil y fragmentario conocimiento con el que hoy cuentan los gobiernos locales sobre sus propias ciudades.

Sin embargo, a pesar de los trabajos que sobre ciudad se han llevado a acabo, todavía es mucho lo que se necesita conocer para continuar avanzando, ya que los saberes sobre el espacio urbano, es un elemento vital para el diseño y desarrollo de políticas, planes y programas sociales, económicos, políticos, educativos y cultural, al mismo tiempo que les brinda una mejor solidez y pertinencia para la realidad y las circunstancia particulares de cada ciudad.

No haber tenido en cuenta los trabajos históricos o de otras disciplinas sociales, es una de las razones que ha llevado a los “especialistas” en el diseño de planes de desarrollo y programas de intervención y “recuperación” urbana a la improvisación, generalización y anacronismo de sus proyecto, los que además poseen una carga conceptual y teórica que en ocasiones no se corresponde con las experiencias históricas locales y procesos urbanos sobre los cuales se pretende actuar, tal como ocurrió recientemente en el bulevar de los fundadores, hoy llamado jocosamente el “parque de las bolas”.

Ante esta circunstancia, es urgente continuar generando, desde los espacios académicos, trabajos de investigación que nos permitan estudiar a fondo y con rigor nuestros espacios urbanos, lo cual en la práctica, además de contribuir a su conocimiento y entendimiento, permitiría superar el presentismo que en ocasiones se le ha venido otorgando a los espacios urbanos, olvidándose así de de la existencia de unos cimientos sobre los que se soporta esta construcción social.

Entendiendo esta prioridad, algunos historiadores de formación han realizado en la última década, conjuntamente con otras áreas del saber, importantes investigaciones históricas. Esta incursión por el análisis histórico de la ciudad pretende ampliar el conocimiento sobre la misma. Sin embargo muchos de los estos estudios sobre las ciudades del caribe no obedecen a una línea de investigación sistemática, ya que algunos de estos aun no superan el coyunturalismo y el voluntarismo que ha caracterizado a la mayoría de los trabajos que centran su atención en ciudades como Barranquilla. Algunos de los cuales, a pesar de contadas excepciones, no alcanzan a superar el “mito de los orígenes” y el carácter meramente divulgativo, apologético o anecdótico.

Urge entonces, la realización de estudios históricos desde la perspectiva urbana que vayan más allá del mito de los orígenes de las ciudades del Caribe para ocuparse del desarrollo de los procesos sociales, así como también de las vicisitudes, conflictos, crisis económicas y cultura política entre otras cuestiones. Se trata de abordar la historia urbana como una “...historia especifica que entiende de la ciudad y de sus procesos urbanos, pues no se trata de verla [la ciudad] como un objeto diferenciado, sino como soporte o vehículo de múltiples historias que tiene que ver con la demografía, la economía, la geografía, la sociología, la arquitectura, etc.” (Piñon 2000). Es necesario contar con trabajos que permitan construir puentes de dialogo entre pasado-presente y ampliar el numero de estudios que contribuyan a conocer, entender, explicar y comprender lo urbano, paso fundamental para su valoración y reconocimiento.

Los trabajos que se realicen en el campo de la historia urbana, así como los que se lleven a cabo desde otras disciplinas y métodos, deben balancear los aspectos conceptuales y empíricos, para no caer en especulaciones o reproducción de modelos explicativos de carácter general, procurando adentrarse en las particularidades, los detalles y los ritmos de vida. Es necesario tener en cuenta que la historia es la vida en toda su complejidad y diversidad, por lo tanto historiar la ciudad es, en la práctica un intento por captar la realidad viva del pasado y, en primer lugar, intereses y pasiones del hombre común, quien es el que vive la ciudad y quién ha construido los espacios urbanos a lo largo del tiempo.

La ciudad como memoria colectiva

En el camino hacia la construcción de conocimiento sobre la ciudad, esta nos proporciona una serie de elementos documentales, pues ella contiene espacios y lugares de memoria a través de los cuales podemos adentrarnos en su historia. La ciudad es como tal un documento que podemos leer para dar respuesta a los múltiples interrogantes que aún no hemos resuelto sobre esta y en particularidad sobre sus ritmos urbanos, sus tramas, sus espacios sociales, sus hombres y mujeres que la transitan y la ocupan a su manera.

La ciudad constituye en si misma un escenario donde se ha llevado a cabo una representación teatral a lo largo del tiempo y por la cual han desfilado una serie de actores para interpretar cada una de las escenas urbanas. En la ciudad como escenario teatral se han dado “cristalizaciones de procesos políticos, históricos y culturales… es allí donde la gente y su hábitat son producidos y se producen mutuamente... la ciudad es el hormigueo humano con historias grupales, heterogeneidades, identidades y cotidianidad presente... también... es ciudad lo construido, lo objetivado muy visible en monumentos, documentos y…lo constituido por los usos sociales, las normas, las instituciones..." (Entel-1996)

Algunos de estos espacios y lugares de memoria de la ciudad están constituidos por el llamado casco o centro histórico en el cual está presente gran parte de su patrimonio histórico y el cual representa la huella, el vestigio o en algunos casos la ruina de una escena anterior a la que actualmente se vive. Estos representan el pasado de la urbe que, aunque lo nieguen y lo desconozcan, no les ha sido fácil deshacerse de él, por lo que muchas veces algunos de los actores sociales del espacio urbano no solo lo abandonen a su suerte sino que lo intervengan de forma anacrónica o en otras ocasiones terminen secuestrándolo para su “salvaguarda y disfrute personal”.

En el centro histórico de Barranquilla encontramos gran parte de su patrimonio cultural. En el se refleja gran parte de la historia de la ciudad y de cierta manera encierra su especificidad su identidad. En este espacio están resumidos la sociedad que la habita, la cultura que la identifica y la diferencia. En este espacio aparentemente caótico se conjuga y sintetiza la ciudad en su conjunto. En el están presentes, a pesar de los desplazamientos y el abandono a que ha sido sometido, un tejido social que refleja la ciudad y que queramos o no, da diversos usos al patrimonio histórico allí existente. Por ello, cualquier “plan” para su recuperación o salvaguarda no puede centrarse únicamente en la recuperación, conservación o demolición de sus viejos edificios y monumentos, sino que debe tener en cuenta los espacios y los usos sociales que aunque nos parezca paradójico y a pesar de que algunos de manera excluyente afirmen que en el centro no hay sino “una concentración masiva de habitantes de bajo nivel socioeconómico”. Son precisamente estas gentes que le dan uso y las que le han dado vida, aun en los tiempos en que la muerte acecha la ciudad.

Por ello, consideramos que en el proceso de reorganización de la ciudad, el centro histórico, conjuntamente con el patrimonio vivo que lo ocupa, tiene un lugar de primera línea, razón por cual que debe ser privilegiado por la dirigencia local, tanto a nivel publico como privado, quiénes deben hacer un alto en la “miamización” de Barranquilla para emprender o promover los estudios necesarios (donde el factor humano debe primar) para determinar los procedimientos más acordes con la recuperación integral del centro histórico con sus correspondientes valores patrimoniales.

Intervención urbana e historia

Es necesario que al momento de emprender obras en las cuales se vean involucrados lugares de memoria, se entienda su significado y su relación con la historia de la ciudad. Ello significa valorar el pasado de la urbe y evitar así anacronismos vergonzantes. Al mismo tiempo, es necesario tener en cuenta, que el verdadero valor del patrimonio, llámese arquitectónico, histórico o cultural, está determinado por la inquebrantable relación entre el espacio urbano y los usos sociales que lo han caracterizado a través del tiempo.

Ciertamente, y en ello la historia urbana es clave, cualquier acción que se tenga pensada sobre el espacio del llamado centro histórico o de cualquiera de los otros espacios considerados como patrimonio histórico de Barranquilla, debe estar precedida de trabajos serios, rigurosos e interdisciplinarios que focalicen su atención sobre los procesos sociales que en ellos se desarrollan y con los cuales interactúan.

Los trabajos de intervención urbana que se desarrollen en la ciudad y que involucren nuestro patrimonio histórico, no deben ni pueden obedecer a los caprichos conceptuales de algunos arquitectos “neoposmodernistas” cercanos al poder local, o del voluntarismo mesiánico de personas, familias o instituciones que hacen gala de su “desbordante espíritu cívico”. Así mismo, antes de realizarse trabajos de este tipo, deben analizarse diversos factores que permitan identificar y balancear los usos que se le dan a estos espacios, ya que no se pueden privilegiar solo los usos comerciales u ordinarios, dejando de lado el carácter social de los mismos. Por lo tanto, es necesario identificar y respetar las características de cada espacio en cuanto a los usos que en ellos se desarrollen, sin olvidar que estos espacios representan lugares de memoria a los cuales no se les puede dar un tratamiento equivocado como si estos no fueran obligatorios puntos de referencia con el pasado urbano.

Esto implica que, antes de intervenir el territorio urbano, deben tenerse en cuenta fundamentalmente los llamados aspectos socioculturales que son en la práctica los que definen los diferentes espacios como lugares de memoria. Es necesario que los urbanistas y arquitectos se apoyen en estudios sociales o acudan al saber histórico que se ha construido sobre la ciudad. Esto debe anteceder a cualquier proyecto de intervención de algunos espacios del centro histórico para su supuesto ordenamiento, regulación o Planificación de sus usos y funciones. No se trata solo de recuperar su capacidad habitacional y comercial, o la movilidad urbana, sino también tratar de conservar y repotenciar su dinámica y tejido social a partir de la consolidación de la identidad y sentido de pertenencia, para lo cual el patrimonio histórico y los lugares de memoria son un referente obligado para el ciudadano que se pretende formar.

Solo con el adecuado y ponderado tratamiento del territorio urbano en su doble dimensión como recurso económico, pero también como espacio social, podrá lograrse el anhelado desarrollo integral, articulado y equilibrado del patrimonio histórico representado en el centro de una ciudad como Barranquilla. Lo cual potenciaría las posibilidades que ofrece el recurso humano allí existente, con quienes, además, se debe trabajar en un proyecto a largo plazo para construir una cultura ciudadana, que vaya más allá del cumplimiento de las normas de comportamiento para lo cual necesariamente deben identificarse previamente los valores e intereses individuales y colectivos.

En ese proceso, los enfoques histórico y antropológico tienen mucho que aportar para la construcción de conocimiento sobre la realidad social de nuestro territorio urbano y sobre todo, sobre la problemática que lo afecta en cuanto a su articulación y dinámica. Estos enfoques escasamente se han tenido en cuenta en los planes y programas urbanos diseñados en nuestra ciudad, a los cuales nunca se han incorporado para su realización a profesionales de alto nivel de competencias en estas áreas, como los que se forman en el Programa de Historia de la Universidad del Atlántico. Debido a ello, los aspectos históricos y culturales de estos planes se han abordado a partir de generalidades, lugares comunes y obviedades por parte de algunos arquitectos, sicólogos, economistas, culturólogos o cronistas locales, quienes, al fungir de historiadores han terminado por generar una visión light de nuestra historia, o lo que es peor, una sensación de una Barranquilla sin tradición y sin pasado.

Urge un enfoque histórico y antropológico serio y riguroso sobre el centro histórico, así como de barrios y espacios de valor histórico y patrimonial, que proporcione los elementos suficientes de juicios cualitativamente más fiables y precisos para los agentes estatales que tienen a su cargo definir, impulsar, programar y ordenar la modernización y la organización de las infraestructuras en la complejidad urbana, para que, independientemente de su buena voluntad, su acción logre la máxima eficacia sin el menoscabo del respeto de las peculiaridades de los diferentes sectores de la ciudad y de la idiosincrasia de los individuos y colectivos que los habitan y hacen uso de ellos y del patrimonio histórico allí presente.

El objetivo, antes que todo, debe ser prestar particular atención a las verdaderas necesidades, no solo económicas, sino culturales y vitales de los ciudadanos, a lo cual al parecer, se le da poca importancia por parte de las administraciones locales, las que incluso creen que el eslogan “Barranquilla el mejor vividero del mundo” se aplica en toda su dimensión y certeza, sin darse cuenta que aun hace falta andar un largo trecho largo para Mejorar la calidad de vida de los barranquilleros, quienes en su mayoría aun carecen de adecuadas condiciones urbanas que les permitan el disfrute de los espacios y lugares de memoria colectiva.

Un espacio de memoria urbana e histórica que se hace necesario recuperar para la ciudad indiscutiblemente es el centro histórico ya que constituye parte del tejido social y patrimonial. La recuperación del centro de la ciudad es vital para la identidad colectiva, ya que el constituye un patrimonio cultural socialmente construido, resultado de un proceso histórico vivido por la ciudad a fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.

En tal sentido, los planes y proyectos para la recuperación del centro o de cualquier otro espacio de memoria de la ciudad, deben incorporar el componente histórico a los mismos. Solo esto garantiza que las intervenciones urbanas que allí se realicen sean conscientes que estos espacios son ante todo el resultado de procesos históricos a través de los cuales la sociedad les asigno un valor específico. En efecto, la importancia y el valor que tiene el centro histórico como bien patrimonial de la ciudad es indiscutible e inocultable. Por ello, no se le puede seguir dando la espalda a un espacio social ligado a la esencia de Barranquilla, en el cual se resume, querámoslo o no, y se conjuga su territorio, su cultura, su historia y su sociedad. El es la parte que contiene los aspectos y elementos simbólicos definitorios del conjunto de la ciudad, esta es la principal razón para iniciar por fin un proceso de protección y consolidación, lo que pasa necesariamente por repoblarlo de habitantes sin que ello signifique sacar a quienes actualmente lo habitan y quienes a su manera le dan vida y uso. Estas acciones son urgentes para detener el proceso que lo está convirtiendo en un inmenso esqueleto, en un no-lugar de uso funcional y comercial, en un territorio baldío.

Por estas razones y otras más que sería largo enumerar, aquí las Ciencias Sociales en su conjunto deben centrar su mirada en el Centro Histórico, el cual no puede seguir siendo solo patrimonio de los arquitectos funcionales o “neopostmodernistas”, quienes en ocasiones fungen de restauradores o historiadores. La historia urbana y la antropología social tienen allí un inmenso objeto de estudio, un territorio urbano que no puede ser visto solamente como un espacio urbanizado, construido y al cual hay que ordenar, dejando de lado su aspecto importante como en efecto lo es el uso social que lo convierte en territorio integrado por lugares que van más allá de las fronteras y los limites establecidos por las instituciones oficiales, las cuales generalmente no tienen en cuenta los aspectos de carácter cultural, así como la sociabilidad y los ritmos que allí se generan.

Es hora de adentrarse en la historia urbana de Barranquilla, la cual no puede seguir reducida a la visión nostálgica de barrios como El Prado y al supuesto “cosmopolitismo que la ha caracterizado desde siempre”. En efecto, a pesar de su importancia urbanística, no fue únicamente El Barrio el Prado el que definió la ciudad en el pasado, como ahora no lo son los nuevos centros comerciales, o los empinados edificios y casas búnker, o los estrechos bulevares sembrados de “esbeltas” y sofocantes palmeras a la usanza de Miami

Los únicos que la identifican y caracterizan en el presente. Existen otros espacios, hoy silenciados, que también dinamizan socialmente la ciudad y a los cuales se hace necesario estudiar y conocer si queremos entender la complejidad del presente, el cual no podemos olvidarnos que se encuentra en permanente dialogo con nuestro pasado. Pasado frente al cual no se puede seguir asumiendo una postura de tabula rasa.