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LA CUESTIÓN HAITIANA ANTES DEL TERREMOTO
Por: © Nicolás Ramón Contreras Hernández
Especial para CARIBANIA_magazine

Antes del terremoto y ahora en el desarrollo de las consecuencias de esta calamidad, las grandes y pequeñas empresas comercializadoras de la información, han señalado una y otra vez a Haití- nación que ocupa el occidente de la Isla de la Española y que en lengua Taina significa La Tierra Bonita- como el país más pobre del continente americano, donde la gente para alimentarse recurre a la fabricación, comercialización y consumo de unas galletas hechas de lodo y otros ingredientes como la margarina, pero curiosamente desde BBC, CNN y su combo, se les ha “pasado” a explicarle a sus consumidores mediáticos, cómo la nación que patrocinara las tres campañas militares de liberación de Simón Bolívar, pasara a convertirse en ejemplo del desastre total: desde la vida político administrativa hasta los más recientes calamidades naturales.

Y allí donde la Ciencia - o la información - es ciega, sorda y muda en explicaciones, no han tardado algunos pastores de los credos cristianos, evangélicos y católicos, en explicar que todo se debe a un castigo divino, porque Haití es la cuna de la “magia negra” – cómo si existiera color en la magia y sus lógicas – y de cultos satánicos como el Vudú - otro de los sincretismos de fe entre el catolicismo y los panteones politeístas africanos, que en nada difieren de Grecia o Roma, cómo tampoco del santoral católico tradicional que permitió además la supervivencia al sur de Pensilvania, de la santería, el candomblé o el culto a María Lionza, que tanto adoran los culbronoes hechos en Miami o en la Venezuela de la IV república.

Sin embargo para mí la tragedia implica una ferias tragicómica de paradojas: de la desinformación, el tape tape y la hipocresía, donde saltan a la vista crítica y tristemente, la necesidad de una tragedia, para que “los países bolivarianos” – incluyendo a Panamá que su asume gringolano- recuerden esa deuda histórica llena de egregias traiciones, con el país que patrocinó con hombres, oro y armas las expediciones que permitieron hoy la existencia de dichos estados, que por cierto desde el año anterior, festejan con toda la pompa, doscientos años de una primera independencia que muy pocos poseen y que decidieron con mañita, ir excluyendo de los libros de historia el apoyo haitiano, en un movimiento sincronizado como la técnica de Maturana – célebre técnico del fútbol colombiano- para dejar al atacante metido en fuera de lugar.

Para poder sustentar mis recuerdos de viejas lecturas y conferencias, decidí revisar por estos días en varios autores como Luís Felipe Hoyos Korbel, autor de Bolívar y las Negritudes; Germán Arciniegas – Historia del Caribe; Dolcey Romero Jaramillo – Conferencia sobre Bolívar el hombre de su tiempo; Alejo Carpentier- El Reino de Este Mundo- y el inefable Eduardo Galeano – Memorias del Fuego y Brecha 556 de Montevideo. A través de sus páginas pude reafirmar los datos acerca del pulmón financiero de la industria azucarera y tabacalera del imperio napoleónico, que llevada de la mano de estrategas como Toussaint L’Ouverture, Henrry Christophe, Juan Jacobo Desallines y Alejandro Petion, se convierte en el segundo estado libre y soberano de América, luego de USA, pero con una aislamiento militar, político y comercial, como el que sufre Cuba del imperio norteamericano actualmente.

Y conscientes del embargo, necesitados como estaban de reconocimiento internacional, se dan los apoyos a Bolívar, Piar, Padilla y el resto de la clase dirigente criolla de Nueva Granada y sus alrededores, por parte del gobierno Petión, que llega al poder luego de las primeras guerras intestinas que marcarían el colapso como estado de la naciente nación haitiana, que tuvo incluso monarcas afrodescendientes, que esclavizaron a personas negras, como sucedió con Henry Christophe y a quien describe magistralmente a través de Ti Noel Alejandro Carpentier en El Reino de Este Mundo.

Son tres expediciones, dos fracasadas y una exitosa, donde la exigencia a los patriotas de la futura Gran Colombia, era que liberaran a los esclavos e hicieran extensiva la igualdad para todas las castas, un discurso sostenido incluso en la metrópoli revolucionaria por Mirabeu, también descrito por Carpentier en El Siglo de las Luces.

Pero Haití que buscaba estados similares aliados por mezcla racial y situación de dominación en las Antillas y el resto de lo que las naciones Europea Imperiales comenzaban a nombrar como Caribe, no tuvo dentro de sus cálculos el temor que despertaba la pardocracia - y sus líderes como Piar y Padilla por ejemplo- en los criollos de tez más clara como Bolívar, Páez, Santander y su combo, quienes se sentían superados numéricamente y en actos militares de gran magnitud, como las batallas navales del Lago Maracaibo y otros teatros de operaciones navales adelantadas por los curazoleños Brion, Piar y Padilla al sur del arco Antillano, tanto o más importantes que las batallas de tierra y por ello, el pacto no se cumple y como colofón de ese temor con galas de traición, Bolívar no invita a Haití al congreso anfictiónico de Panamá, pero sí a Inglaterra con quien deseaba establecer unas relaciones comerciales y diplomáticas que permitieran más respiro, dado el poderío naval inglés que decidía mucho más el disfrute de soberanía en esos tiempos y con quienes más sentía empatía política, cultural y étnica.

Por ello los primeros pasos de los criollos Bolívar, Santander, Páez y Montilla, fue aprovechar al máximo los errores y reclamos de los líderes pardos o negros, incluso el reclamo del almirante Padilla desde Cartagena cuando desde Bogotá llega una orden de disolver la armada victoriosa del Lago de Maracaibo y capitalizarlos en los fusilamientos por “traición a la patria e insubordinación” contra Piar y Padilla, que no se hacen esperar en la fría y andina Bogotá.

Desde Bogotá por cierto, se comandan los festejo del bicentenario de una independencia cedida a países como Estados Unidos - armada principal invitada a dichas efemérides - a los cuales debieron por aquellos tiempos Padilla, Brion y Piar combatir con éxito en el mar, capturando o destruyéndole navíos de guerra, que patrocinaron varios esfuerzo de reconquista española, bloqueo de puertos y abastecimientos de armas, hasta que en el Golfo de Morrosquillo en 1822 – entre San Antero y la Caimanera- la flota Española desde Portobello sufra una contundente destrucción naval por el almirante Padilla, quien recibirá como anoté antes de la clase dirigente criolla como premio, el fusilamiento y la degradación.

Parecería contradictorio que Bolívar, el mismo que “implora por la libertad de los esclavos como implora por su vida”, en el Congreso de Angostura a principios de la década del 20 en el siglo XIX, sea el mismo Bolívar que le pide a Santander en una correspondencia muy confidencial, la necesidad de enviar más esclavos y pardos como carne de cañón para igualar las cargas poblacionales de las futuras repúblicas, para los frente de batalla donde esta pardocracia en el mejor de los casos como sucede con el zambo Rondón, el héroe del Pantano de Vargas y otros lances de bravura llanera, sean blanqueados por una historia que no fuera posible sin la savia negra que hace albicar el azúcar.

Pero esta carta si permite comprender porque la magnanimidad de Bolívar con Santander, cerebro de la noche septembrina que intentó asesinarlo, a quien capturado se le concede el destierro a Europa, desde donde vendrá henchido de burocratismo a organizar las nacientes naciones excluyentes, en calidad de presidente: Santander el nieto de un militar expósito español y la famosa hechicera Lorenza de Acereto, según se desprende de las lecturas de Jorge Orlando Melo y Alberto Barracchina, en sus obras respectivas, Reportajes de la Historia de Colombia y Kalamarí.

Como colofón de estas remembranzas políticas, que buscan no invitar a odiar a Bolívar y Santander, sino a comprenderlos como seres de carne y hueso con fobias, xenofobias, grandezas y miserias, Santander le mamará todo el gallo posible a los delegados haitianos que trataron de resarcir compromisos incumplidos de Nueva Granda, aduciendo razones de estado y neutralidad en la política internacional.

Francia seguiría desangrando tanto o más que las guerras intestinas a la Isla, merced a una deuda por la pérdida militar de su dominio en la misma, por ese entonces un verdadero foco independentista, hasta que a principios del siglo XX, cuando ya las fauces de la doctrina Monroe estaban erizadas de colmillos, molares y dientes imperiales, Estados Unidos, asumiendo papel de policía continental interviene en Haití, so pretexto de llevar el orden, se adueña – léase atraca – de los ingresos fiscales y de aduana de Haití, que luego pasarán al FMI, instala una dinastía sanguinaria de dictadores como los Duvalier, o golpistas al gusto desechables como Roul Cedrás; e incluso con agentes de la CIA haitianos, derrocará y expatriará a presidentes que quisieron tomar decisiones como Jean Bertrand Aristide, empleando el mismo libreto en parte aplicado en contra de Zelaya.

Por eso no es de extrañar que sea USA quien incremente su presencia en la isla de 1.000 a 10.000 efectivos, sea quien dé las órdenes sobre un caos que ellos ayudaron a crear con anterioridad. No es de extrañar que la conciencia le remuerda a Francia y por ello, propongan condonar una deuda, que más bien debiera ser resarcida porque en realidad aún constituye un boleteo refinado. No es de extrañar que los herederos de Santander, Bolívar y su combo, y sobre todo sus pueblos le retribuyan un ápice al antiquísimo y valioso, ejemplo solidario libertario haitiano, que sus héroes oficiales traicionaron en el pasado.

No sorprende que Annouil, intelectual crítico de la ocupación norteamericana, haya sido asesinado en medio de este barullo, controlado por la US Army y la US Navy. Y menos extrañable aún, que las grandes empresas manipuladoras de la información traten de ignorar la presencia cubana temprana y solidaria de venezolanos y del ALBA, y que haya escuálidos en Venezuela que critiquen la solidaridad de Hugo Chávez, “el demonio mediático” que ellos construyen día a día con entusiasmo.

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