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La música en la Habana Vieja
Rafael Lam
[Tomado de CUBARTE]

EL Puerto de La Habana es la zona por donde se inicia la vida musical de la capital cubana, era el refugio de la Flota de Oro que descansaba y se restauraba, para después dar el gran salto.

Cuba se convirtió en el astillero de España, donde calafateaban los buques y se construían nuevos barcos por la riqueza y durabilidad de las maderas cubanas. Lógicamente, La Habana se hizo pronto un lugar de diversión para restaurarse de los largos días de soledad. Los marinos desentumecían sus huesos y el espíritu para sacudirlo de las nostalgias. Por la Llave del Golfo pasaban gente de toda ralea, de diversos pueblos y culturas: marinos, forasteros, visitantes, trashumantes, pícaros y hampones.

Esa demanda exigió la creación de garitos, tablajes, casitas de baile, bares, salones de vida licenciosa. La ciudad se convierte, según la opinión de los visitantes y cronistas, en la Sevilla de América, la Babilonia de la música. Fernando Ortiz describe como nadie aquel ambiente portuario: “Esclavos bullangueros, mujeres del rumbo, negras mondongueras en parajes, aún menos santos con el aguardiente de caña, el tabaco habano, los envites al naipe y los bailes y canciones de tres mundos, al son de la música más sensual, excitante y libre. Cantos, bailoteos y música fueron y vinieron de Andalucía, de América y de África, y La Habana fue el centro donde se fundían con mayor calor y más polícromas irisaciones los ritmos musicales más frenéticos y de más crepitante percusión bulliciosa”

Quizás habrá que hacer algún día la historia de ese mundo tan fabuloso que gestó la gran música cubana. Describir ese ambiente, nombrar los famosos bares y cabaret como el Kursaal, donde tocó hasta el mismísimo Pérez Prado. El Kursaal se encontraba al frente de la Iglesia de Paula. El puerto contaba con muchas tabernas que algunas se están restaurando para el turismo.

Por el puerto deambulaban músicos y trovadores andariegos como Benny Moré que en 1940, en su traslado hacia la capital, comenzó a vivir en la calle Paula 111 (casualmente la misma calle donde nació el Apóstol José Martí). Benny cantaba por algunos de los más de trescientos bares del puerto y toda la zona que hoy denominamos La Habana Vieja. En algunos bares era expulsado por su atuendo humilde. Después de su triunfo resonante, esos mismos dueños de bares lo invitaban hipócritamente y el cantor lajero denegaba esa invitación.

En la cercanía del puerto, en Jesús María, nació y se desenvolvió el poeta del son, Ignacio Piñeiro, quien ?habanizó? el son oriental, con el guaguancó y las variantes de la guajira y el lirismo de sus creaciones. Entre ñáñigos, santeros y gente de mala vida tuvo que desenvolverse el genial músico, uno de los tres colosos del son junto a Miguel Matamoros y Arsenio Rodríguez.

Miguelito Valdés nació en el musical barrio de Belén. Fue herrero, chapista y boxeador; bebió de la savia musical del barrio, aprendió varios instrumentos musicales y cantaba en sextetos. Resultó una especie de embajador musical de su país en Nueva York. Es catalogado por el director del Gran Combo, Rafael Ithier, como ?monstruo sagrado? de la música cubana y latinoamericana.

Los carnavales se iniciaron en La Habana Vieja , con sus negros esclavos disfrazados, las comparsas y toda la parafernalia del Corpus Christi. Tambores, congas, bailarines, tocadores y arrolladores se divirtieron de lo lindo en esta zona tan musical. Muchas de las más espectaculares congas y comparsas nacieron en este territorio de cuatro kilómetros cuadrados. En La Habana Vieja se encuentra una gran reserva de timbres, toques y ritmos de América con los músicos de alta escuela y de la tradición oral de la rica percusión afrocubana. Ellos no guardan sus tambores y su cultura en cajas de caudales, la ofrecen en las fiestas y jolgorios del barrio. El carnaval es la fuente de creación que alimenta la música, el teatro callejero, la danza, la conga y la popularidad del arte cubano, el verdadero happening del que hablaba René Portocarrero y que tanto apoyó Emilio Roig.

La primera habanera, El alma en el baile, se estrenó en el café de La Lonja , a la entrada de la calle O?Reilly, junto a la Plaza de Armas. En Cuba se celebra todos los años un Festival de Habaneras.

En 1938 el músico y compositor Gilberto Valdés inauguró en el Anfiteatro de La Habana Vieja los conciertos afrocubanos con los raros tambores batá, que causaron estupor en los espectadores. El barrio de Belén recibió esta novedad con mucha pasión.

La bohemia de la intelectualidad cubana se reunía en los altos del Hotel Ambos Mundos (Cuartel general de Ernest Hemingway). En el restaurante La Bodeguita del Medio se encontraban figuras de todo el mundo junto a músicos cubanos como Benny More, Sindo Garay, Pérez Prado, Bola de Nieve y la interpretació n de Carlos Puebla, Ñico Saquito y tríos nacionales. Por la Bodeguita pasaron y pasan todos los grandes; se trata del restaurante más famoso en ese estilo bohemio, único en el mundo: Nat King Cole, Harry Belafonte, Joan Manuel Serrat, Agustín Lara, Gabriel García Márquez. La Bodeguita es una larga y apasionante historia que queda para otro momento especial.