Murió CELIA CRUZ
La gran gaurachera, la unica, la inigualable

Que el Señor tenga a su lado a Celia
y que allá, en el misterio de la eternidad,
su salsa terrenal que contagió a tanta gente de alegría sana,
se convierta en una “salsa celestial” de alabanza al Creador

Por ANDRES SALCEDO [EL HERALDO]

 

Celia Cruz - RIP


PREPARACIÓN SONORAMICA

Antes de estar con La Sonora Matancera - su momento culminante en Cuba desde Agosto de 1950 - hay un desarrollo natural y en ascenso.

La joven Celia hace un recorrido saludable a través de otras agrupaciones, sin contar sus escarceos como aficionada en concursos de radio, sino como profesional: Jesús Pérez y sus tambores, Papín y sus rumberos, La Gloria Matancera, las grabaciones en Venezuela con Luis Alfonso Larraín y Harmony melody , con la Orquesta de Ernesto Duarte y la del Tropicana.

No obstante o lo más importante ocurrió en la Emisora 1010, donde hubo directores como González Mantici. Adolfo Guzmán y Obdulio Morales, quien dirigió unas rarezas santeras grabadas por Celia en l.947. En la misma radio se presentaban El Conjunto Matamoros, Arsenio Rodríguez, Jóvenes del Cayo ,Trío Hermanos Rigual y en especial la llamada Radiofónica de Arcaño.

En la emisora se difundían tangos, jazz ,música clásica, aires españoles, además de la música cubana .Celia posiblemente aprendió en el cantar de Paulina Alvarez y en el desplazamiento impresionante en escena de Rita Montaner, que era actriz. Capturó esencias, pero jamás las imitó.



      OPINIONES VARIAS

    Oscar Collazos
     Néstor Jaén S. J.
     Andres Salcedo


Celia

Debo aclarar, antes de seguir adelante, que la Celia salsera de las pelucas y el “¡Azúcar!” machacón, nunca fue de mi completo agrado. Y me disculpan que haya elegido el peor momento para confesarlo.

Esa Celia Cruz me pareció siempre un producto comercial del exilio cubano, de la calle 8 de Miami y una falsificación de la Celia original. Y presento mis excusas a quien pueda ofender.

Oyéndola en sus discos made in USA, inclusive los mejor logrados, con Tito Puente, con Pacheco, con Willie Colón, nunca pude evitar compararla con la Celia guarachera de la Sonora Matancera, más afrocubana, más sobria y clásica y sentir que la nueva Celia salía perdiendo.

La culpa es mía y no de ella. Lo que ella hizo fue adaptarse a los tiempos. Al paso de la era de la radio y los discos de 78 a la era de la TV, con una diferente concepción del espectáculo. Yo me quedé atrás. Nunca pude digerir su transformación, de Guarachera de Cuba en Reina de la Salsa.

La Celia de su primera época cubana, con el moño y la parca expresión de una Nefertiti del trópico, no disponía de un gran guardarropa pero su voz era fresca y matinal y manejaba unos gestos sin artificio que transmitían una cautivadora autenticidad. La suya era una voz tribal, ritual, que desataba, al balancearse entre las trompetas de Calixto Licea y Pedro Knight, una serie de reacciones químicas en mi cuerpo.

Esa Celia guardaba todavía la esencia del solar. Su voz mantenía puro el encanto de los guateques en Santos Suárez, el barrio habanero de santería negra donde se hizo mujer.

Esa Celia es, para los hombres y mujeres de mi generación, la síntesis perfecta de una época de postulados rítmicos irrenunciablemente afrocubanos. En esas fuentes de radiante cubanidad se decantaron definitivamente nuestras preferencias musicales.

La otra Celia, la del exilio dorado y las páginas de Vanidades, excedida de tintes, trajes y aspavientos sobre los escenarios, siempre me interesó mucho menos que la primera. Sin negar que en todo momento se mantuvo monstruosamente grande.

No conocí la impetuosidad de la adrenalina en mi sangre hasta no escucharle a Celia Cruz aquellas antológicas guarachas que grabó con la Sonora Matancera en los años cincuenta.

Eran himnos de callejón antiguo que salían a borbotones de los traganíqueles como maná para el corazón y las caderas. Droga pura con la cual nos dábamos por la cabeza sin el menor remordimiento.

Celia y la Sonora expresaban mejor que nadie nuestra identidad barriobajera. Un sonido único, logrado con apenas dos trompetas nítidas y sonorosas, una percusión que se limitaba a lo justo y preciso y el piano, convertido en un juguete imaginativo entre los dedos de Lino Frías.

Esa cubanidad que Celia y la Sonora encarnaban no ha vuelto a tener la fuerza identificadora y el carácter epidémico, epidérmico, que tuvo entre nosotros y nos marcó para siempre.

Los títulos más representativos de aquella Celia nunca han perdido su frescura original. Permanecen frescos en nuestra memoria, como las martilladas en la última fila del cine. O como el esplendor culpable que tenían los amaneceres.

Cao Cao Maní Picao. El Yerbero Moderno. Juancito Trucupey. Melao de Caña. Contentosa. Tu Voz. Burundanga. La Celia de la Sonora fue una diosa pagana y tutelar que nos lanzó al ruedo de la vida con las hormonas revueltas, a ver cómo era el maní.

Celia Cruz - RIP