Murió CELIA CRUZ
La gran gaurachera, la unica, la inigualable

Que el Señor tenga a su lado a Celia
y que allá, en el misterio de la eternidad,
su salsa terrenal que contagió a tanta gente de alegría sana,
se convierta en una “salsa celestial” de alabanza al Creador

OSCAR COLLAZOS
De la columna Sal y Picante [EL TIEMPO]

 

Celia Cruz - RIP

¿MODELO DE BELLEZA?

En Cuba y en toda Latinoamérica se siguieron los patrones de la belleza femenina de los países rectores en estos asuntos de la apariencia exterior, Estados Unidos y Europa.

Rubia natural o rubia artificial eran los arquetipos preferidos, con facciones que algunos tiranos de la moda llamaron finas , con piel blanca o el máximo tolerado que era aquel color acanelado. "Lo mejor que nos dejaron los españoles fueron las mulatas." Las negras relucientes, sólo eran admiradas como bailarinas y de vez en cuando cantaban en agrupaciones para sociedades, o academias de negros, como la después famosa Buenavista Social Club.

Celia Cruz, una negra flaquita, con nariz ganchuda, bocaza notable ,voz estridente y cantos extraños de negros en lengua criolla, no disfrutó de las condiciones más propicias para iniciar una carrera musical. Su indiscutible calidad, su confianza, su paciencia y su seriedad profesional la salvaron de la eliminación acostumbrada.

Hoy muere venerada como una de las negras más encantadoras que haya tenido el arte mundial.



      OPINIONES VARIAS

     Oscar Collazos
     Néstor Jaén S. J.
    Andres Salcedo


A la "Reina Rumba"

Celia Cruz: Reina Rumba, así tituló Umberto Valverde su libro sobre Celia Cruz. Valverde hizo el mayor homenaje que se pueda hacer a una figura que hace parte de nuestra memoria cultural: introducirla en su propia biografía, un adolescente del barrio Obrero de Cali que mezcla la vida de la artista con su propia vida. Guillermo Cabrera Infante elogió ese libro con palabras generosas y justas que todavía emocionan a Umberto.

Todos, quienes desde niños escuchamos y bailamos a la gran guarachera cubana, la metimos en nuestra memoria cultural y sentimental, seguimos admirando el milagro de esa voz sin edad y gozando con la actuación carnavalesca que imprimió a sus apariciones públicas. Bastaba el grito de "azúucaaar" para levantar el ánimo y empezar a mover el cuerpo. Celia nos recordó siempre que la vida no es una tragedia sino un carnaval. En el Caribe, nos recordaba Benítez Rojo, no hay lugar para la tragedia.

Si una canción la identifica e identifica al Caribe de donde salió y de donde nunca se fue, esa canción es "El Yerberito", exaltación del pregón que aún vive en esa inmensa "isla que se repite" como música espontánea del saber callejero. Le dio grandeza a la guaracha, al guaguancó y al bolero. Y cuando se lanzó al mundo el género conocido como "salsa", hizo de cocinera mayor en esa fusión de ingredientes, al que nunca le faltó la cadencia del son. Paradójicamente doloroso que en fechas cercanas se hayan ido hacia la gloria Compay Segundo y Celia, son y guaracha viajando hacia la eternidad.

En las últimas semanas, fatigaba a mis amigos poniendo su magnífica selección de boleros. Circulaban rumores que hablaban de su muerte o de su deplorable estado de salud. La muerte se acercaba con "pasos de animal grande" a una mujer de 78 años. Y quienes la admirábamos, poníamos de nuevo "Dile que por mí no tema."

Un día, Celia nos aclaró que "El Yerberito" se llamaba "El Yerberito moderno" y ponderó, en su repertorio, "Sueños de luna", una canción extraña y poco conocida. La amaba porque le gustaba a su madre. Alguien dijo que nadie es más nostálgico que un isleño. La nostalgia isleña de Celia fue un siempre aplazado regreso a Cuba.

La escuché en mi infancia en Buenaventura. Para los guaracheros de entonces, Celia estaba siempre en el altar donde oficiaban Ismael Rivera, Rolando Laserie, Benny Moré, Daniel Santos, "la Sonora", Cortijo y su Combo y, por supuesto, La Negra Celina. Antes de ser "salseros" fuimos guaracheros, celiadictos, celiamaníacos, adoradores de la más grande voz femenina que haya dado el Caribe en este género. Grande y nunca disminuida por los años, como fue también la voz de El Jefe.

Celia Cruz entró a la Academia con un doctorado honoris causa que le concedió una Universidad norteamericana. ¿Cómo así? Sí, entró a la Academia la grandeza popular. "La Suma Sacerdotisa de los Trópicos", así la llamó recientemente Juan Gossaín en una de las últimas entrevistas concedidas por "la guarachera de Cuba."

Hace unos meses vi una foto de Celia joven en las paredes museísticas de "Picos" o "Safari". adonde, como en "Quiebracanto", no van sino los devotos de la salsa "vieja." Allí, en esas paredes, se exhibe una enciclopedia de rostros famosos de la música caribeña. Me recordó siempre a la galería de retratos que conocí en mi adolescencia en "El Caney", el legendario "bailadero" de Buenaventura. ¿Cuántos años tenía en esta foto, cuántos tiene ahora?, pregunté a un habitual. "Celia no tiene edad", respondió el salsómano.